Érase una vez, ¿con pedir perdón basta?

¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?

– Montse, ¿no se porque se pone así?
– ¿Se pone cómo?
– Así, tan borde.
– ¿Quién?
– ¡Mi mujer!
– Por el momento tenemos que no entiendes por qué tu mujer se pone tan borde ¿voy bien?
– ¡Exacto!
– ¿Cuándo?
– ¿Cuándo qué?
– ¿Cuándo se pone borde?
– Siempre.
– ¿Siempre, siempre, siempre?
– No, claro que no, pero últimamente casi siempre.
– ¿Puedes concretar?
– Cada vez que llego tarde, por ejemplo.
– ¿Qué ocurre cuándo llegas tarde?
– Mmm…bueno, si llego tarde a buscar a los niños al cole, tienen que esperarse o la llaman a ella para que los recoja. Si llego tarde a cenar… la cena se enfría supongo, pero no es tanto trabajo volver a calentarla ¿no?
– Ya veo ¿Y tú qué haces?
– Me disculpo.
– ¿Y…?
– ¿Y…? no tiene suficiente con que me disculpe ¿Qué más quiere qué haga?
– ¿Quizás que intentes dejar de llegar tarde? Esto me recuerda a un cuento…

Érase una vez, en un país lejano, vivía un muchacho muy mal humorado que tenia arranques de ira y de cólera a la menor provocación e incluso sin motivo alguno. Muchos eran los del pueblo que intentaban no estar cerca del joven, por miedo a sus reacciones. El muchacho, consciente, se justificaba explicando que él siempre se disculpaba de todos aquellos que sufrían de su genio.
Un día, el maestro presenció como el joven entraba en cólera con los compañeros de clase sin causa alguna y como acto seguido pedía las correspondientes disculpas. Daba la sensación que al disculparse todo quedaba en nada, todo arreglado. Tras pensar durante un buen rato, el maestro lo mando llamar y le pidió que cogiera un papel en blanco y que lo arrugara hasta hacer una bola de papel, el joven sorprendido pero a la vez intrigado obedeció. Cuando ya estuvo hecha la bola de papel, el maestro le pidió que la volviera a extender y que la devolviera ha su estado inicial. El muchacho la estiro y la estiro pero fue incapaz de dejarla tal y como estaba en un principio. Cuando se dio por vencido le dijo al maestro -señor es imposible volver a dejar el papel tal y como estaba, por más que lo estiro, quedan las marcas de los pliegues y las arrugas, no volverá a ser el mismo- el maestro lo escucho en silencio y cuando este termino le contesto. -El corazón de las personas es como ese papel… la impresión que en ellos dejas será tan difícil de borrar como esos pliegues y esas arrugas.-

Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.

By | 2017-03-02T12:09:30+00:00 diciembre 13, 2013|Blog, En la consulta|2 Comments

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