¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?
– En la semana anterior, comentamos la importancia de la forma de hablar y la importancia de saber que buscamos ¿si?
– Exacto.
– ¿Y qué tal?
– Montse, traigo la lista, pero…
– ¿Pero?
– Me he sentido muy rara.
– ¿Muy rara?
– Sí, te parecerá una tontería, pero…
– … -silencio-
– Al principio me pareció divertido, era como crear mi hombre perfecto, pero hubo un momento en que me empezó a costar mucho, dudaba constantemente, me contradecía en más de un punto, pero lo peor de todo…es, que me di cuenta de que, primero lo que yo quiero no existe y lo segundo en el caso hipotético de que existiera ¿por qué iba a querer estar conmigo? Mirame.
– Que interesante, esto va mucho mas rápido de lo que pensaba, estoy muy contenta.
– ¿Contenta, mas rápido? Explicate.
– Lo normal es que tenga que dedicar más de una sesión para poder hacer comprender lo que tu ya has comprendido sola.
– Ha, eso es bueno ¿no?
– ¿Tu qué creés?
– Vale, vale, sí es bueno.
– Muy bien, empecemos ¿tú creés qué necesitas tener la aprobación de los demás?
– ¿Hago eso?
– Acabas de preguntarme si eso era bueno y cuándo te he preguntado ¿tú qué creés? ya sabias la respuesta, entonces por que me lo preguntas.
– Ya veo.
– En la primera visita, a mi pregunta ¿Por qué creés que eres la única persona qué no tiene una “relación normal”? Tu respuesta fue, “porque…soy un desastre, no soy ninguna modelo, soy mayor y todo lo que hago lo estropeo”
– Sí lo recuerdo.
– ¿Sigues pensando lo mismo?
 – …-silencio-
– Es importante porque tiene mucha relación con el hecho de que creas que si existiera el hombre que quieres este no querría estar contigo.
– Montse, no veo como puedes arreglar esto.
– ¿Qué quieres qué arregle?
– Ya me has entendido.
– Quizás, pero…y tú ¿té has entendido?
– Vamos por pasos. Puede que tu hombre ideal no exista, pero ahora ya tienes un punto de referencia para saber lo que quieres y lo que no.
– En eso estoy de acuerdo.
– Perfecto, para eso era el ejercicio. Bien, en segundo lugar me dices que te contradecías.
– Sí.
– ¿Eso para qué te ha servido?
-…-resopla- para darme cuenta de por qué me han salido mal algunas de mis relaciones.
 – ¿Eso es bueno?
– Sí, para mi mucho, ahora entiendo muchas cosas.
– Perfecto. Ahora el punto más importante, dices que en el caso hipotético de que existiera, la pregunta que te planteas es porque querría él estar contigo.
– Mírame.
– Ya te miro, ¿qué quieres qué vea?
– A mi, -hace un gesto con la mano mostrándose toda ella- ¿a quién quiero engañar?
– No creo que se trate de engañar a nadie. Solo de asumir lo que eres. Y sacar el máximo de rendimiento a tu potencial. Vamos por pasos, dices que eres mayor.
– Sí.
– ¿Comparado con quien?
– …-silencio-
– Evidentemente si le preguntamos a un niño o adolescente la respuesta es obvia eres muy mayor. Si le preguntamos a alguien de tu edad, pueden haber varias respuestas (dependiendo del animo en el que se encuentren). Si le preguntas a una persona de 50, 60, 70 o 80 años, la respuesta será que eres muy joven.
– Visto así, es verdad.- empieza a sonreír-
– Bien y la otra pregunta que te hago es ¿mayor para qué?
– …-silencio-
– Si paras atención, para la mayoría de cosas estas a tiempo.
– Es cierto.
– ¿Entonces?
– Tienes razón, pero no soy nada del otro mundo, más bien tirando a feita, me sobran unos quilos, empiezo a tener arrugas…
– La belleza es un tema muy relativo, no conoces a nadie que para ti sea fea o incluso horrorosa ¿y tenga una pareja maravillosa?
– Sí.
– Entonces qué te parece si volvemos a replantearnos qué es lo qué quieres y qué es lo qué te impide conseguirlo.
Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.
 
			
					 
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