Érase una vez, solo veo lo que quiero ver.

¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?

– Montse, no lo soporto.
– ¿…?
– Si, es una presumida, siempre es lo mismo, ella tiene que ser siempre la mejor.
– ¿Qué hay de malo en ser presumida?
– No lo sé, solo que debe ser agotador, tener que estar siempre tan impecable. Menos mal que yo no soy nada presumida.
– Puede, pero también puede ser tu creencia.
– ¿Qué quieres decir?
– Digo que puede ser una creencia lo de que sea algo agotador, ¿no crees?
– La verdad, ni lo sé ni me importa.
– ¿Entonces de que estamos hablando?
– ¡De mi vecina!
– Y ¿qué le pasa a tu vecina?
– Ya te lo he dicho ¡es insufrible!
– Pues, no lo entiendo, ¿te puedes explicar?
– Siempre tiene que estar a la última, lo último en maquillaje, lo último en tendencias, lo último en zapatos. Y así todo. ¡¿Cómo se puede vivir así?!
– Y ¿dónde está el problema?
– ¡Me sabe mal que sufra tanto! Alguien tendría que decirle que es absurdo, que no es bueno depender tanto de las novedades y la moda, que no se puede estar siempre a la última. Menos mal que yo no tengo este problema.
– ¿Te puedo preguntar cómo sabes que va a la última?
– Montse, porque es evidente.
– No, para mí no. ¿Cómo sabes que lleva lo último en maquillaje, o lo último en moda o lo último en…?

Si me permites te voy a contar un cuento. Dicen que un vecino de un pueblecito muy pequeño y alejado, encontró un día cavando en su jardín un cofre con monedas de oro. -No me interesa el oro- se dijo, -pero sí que me hace gracia haber encontrado un tesoro, como nunca he sido ambicioso, no me importan los bienes materiales- Dicen que después de encontrar el cofre saco las monedas y al ver que estaban sucias limpio una a una con gran esmero -menos mal que no soy ambicioso, pero sí que soy limpio y no puedo permitir que estas monedas de oro, estén tan sucias- Mientras las iba apilando empezó a contarlas -madre mía aquí hay una fortuna, menos mal que no me interesa el oro, pero si la aritmética, tengo curiosidad por saber cuántas monedas caben en ese cofre- No podía dejar de pensar como disfrutaría un codicioso. Solo por distracción empezó a pensar en todas las cosas que podría hacer con tanto dinero, las cosas que se podría comprar -menos mal que no soy codicioso, no, ese no es mi problema-

Un día se presentó su vecino que al enterarse de lo del cofre lleno de monedas de oro fue a reclamarlo como suyo. -¡Será miserable! pretende que le de todas las monedas de oro- le fastidio tanto, que al final lo mato. –Si no lo hubiera visto tan desesperado por el oro, pobre, se las habría dado, porque si hay algo que a mí no me interesa es el oro, pero que quede claro, lo que si me molesta son las personas codiciosas-.

Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.

By | 2017-03-02T12:09:49+00:00 junio 21, 2013|Blog, En la consulta|0 Comments

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