Érase una vez, hipocondriaca

¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?

– Montse, creo que me voy a morir.
– ¿Y por qué crees eso? ¿estás enferma?
– ¡Estoy convencida!
– ¿Has ido al médico?
– Sí, cada semana.
– ¡¿Cada semana?!
– Sí, no me encuentran nada, pero yo no me lo creo.
– ¿Por qué no te lo crees?
– Porque no puede ser que no tenga nada.
– ¿Por qué no puede ser?
– Porque yo no estoy bien, ¡lo sé!
– ¿Cómo lo sabes, qué te pasa?
– Me duele todo, tengo todos los síntomas…
– ¿Todos los síntomas?
– ¡Montse lo ponía en la revista!
– ¿Lo ponía en una revista?, ahora sí que estoy perdida.
– Sí, en la revista explicaban la historia de una chica más o menos de mi edad y como enfermó… y al final murió, ¡lo explicaban todo!, paso por paso y… ¡yo tengo lo mismo!
– Silencio.
– Y quiero que alguien me diga la verdad, ¡quiero que me digan que me muero! ¿Es tanto pedir? ¡Tengo derecho!
– Si lo que quieres es la verdad, porque no aceptas lo que te dice el médico, ¿no será que solo quieres oír tu verdad?

Te voy a contar un cuento…

Dicen que una mañana el señor de la casa mandó a su criado al mercado del pueblo en busca de fruta fresca, este al rato de llegar al mercado se encontró con la muerte que le miró fijamente a los ojos.

Como alma que lleva al diablo llegó a la casa de su señor y le suplicó que lo dejara marchar -¿qué te pasa? preguntó este, desconcertado- señor me he encontrado a la muerte en el mercado, si soy rápido puedo llegar esta noche a la ciudad del Oeste -bien, dijo el amo- toma mi caballo más rápido y ve con Dios. -En cuanto vio desaparecer a su criado, se dirigió al mercado del pueblo para hablar con la muerte- ¡oye! ¿Se puede saber porqué asustas a mi criado? -a lo que la muerte contestó- ¿que yo he asustado a tu criado? no, yo solo me he sorprendido, no esperaba encontrarlo aquí esta mañana, se supone que debo recogerlo esta noche en la ciudad del Oeste.

Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.