Érase una vez, una carrera de sapos

¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?

– Montse, no voy a matricularme.
– ¿Y eso?
– Me he dado cuenta de que es una pérdida de tiempo, de energía y de dinero.
– Ya veo.
– Y además ¿para qué?
– ¿Para qué?
– Sí, ya soy muy mayor, ya tengo mi trabajo ¿para qué quiero a estas alturas sacarme una carrera? Es absurdo.
– Si ya lo tienes decidido…
– Sí.
– ¿Por qué estamos hablando de ello?
– … -silencio-
– Si no recuerdo mal, tu mayor ilusión era estudiar y conseguir sacarte la carrera de arquitectura ¿no?
– Sí.
– Cuando eras joven tenias que trabajar, luego te casaste, luego los niños ¿y ahora?
– … -Pone cara de resignación y mira hacia abajo-
– Te hacía muchísima ilusión ¿qué ha pasado?
– Montse, todo el mundo me dice que soy muy mayor, que no puedo, que ya no es mi momento, que es una tontería, que no sirvo, que no lo conseguiré… -rompe a llorar-
-Esto me recuerda a un cuento…

Érase una vez… en un país muy lejano, se celebraban una vez al año, unas olimpiadas entre todos los seres que habitaban allí. Ese día tocaba la competición de sapos, esta consistía en llegar primero a la cima de la torre más alta del castillo. Los sapos estaban en sus puestos, esperando la señal. La multitud estaba impaciente, el lugar estaba a rebosar y… ¡la señal! Los sapos empezaron a saltar en dirección a la torre, pero la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de la torre. Entre los gritos de la multitud se mezclaban murmullos, estos cada vez tomaban más fuerza hasta que ahogaron a los otros gritos. Estos decían:

– No lo conseguirán.
– ¡Que pena que no lo van a conseguir!
– Esos sapos no conseguirán jamas llegar tan alto.
– ¡Es absurdo, es inútil, que pena, tanto esfuerzo para nada!

Todos los sapos empezaron a bajar el ritmo, menos uno que se llamaba Ricardo, que seguía con la misma energía, ilusión y tenacidad. La multitud ya no murmuraba, no, ahora ya lo gritaba.

– No lo conseguirán.
– ¡Que pena que no lo van a conseguir!
– Esos sapos no conseguirán jamas llegar tan alto.
– ¡Es absurdo, es inútil, que pena, tanto esfuerzo para nada!

Todos los sapos se estaban dando por vencidos salvo Ricardo que seguía tranquilo, con la misma ilusión y con mucha más fuerza. La multitud seguía gritando.

– No lo conseguirán.
– ¡Que pena que no lo van a conseguir!
– Esos sapos no conseguirán jamas llegar tan alto.
– ¡Es absurdo, es inútil, que pena, tanto esfuerzo para nada!

Ya, muy cerca del final de la competición, cuando les quedaba muy poco, todos los sapos se dieron por vencidos, salvo Ricardo que después de mucho esfuerzo consiguió llegar a la cima de la torre, ante el asombro de todos. El resto de sapos, intrigados fueron a preguntarle como lo había conseguido, cuando le preguntaron se dieron cuenta que Ricardo era sordo.

Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.

By | 2017-03-02T12:09:34+00:00 octubre 31, 2013|Blog, En la consulta|0 Comments

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