¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?
– Para ellos es muy fácil.
– ¿Sí?
– Sí, por supuesto.
– Explícate.
– Se levantan, se arreglan y se van al trabajo. ¿Que tienen una reunión que se alarga? no hay problema, ¿que sale una cena de última hora? tampoco hay problema, ¿que este fin de semana tengo que coger un avión para ir a ver a un cliente? pues eso, no hay problema. -Nos quedamos las dos en silencio y espero que continúe hablando.
– ¿Pero qué pasa con nosotras?
– ¿Nosotras? -La interrumpo con sorpresa-.
– Sí, bueno ¿qué pasa conmigo?
– Mejor así, ya empezaba a preocuparme, pensaba que venías de portavoz de todas las mujeres.
– Montse, es algo que nos incumbe a todas ‒ responde ella con suficiencia.
– Ya, pero la que está aquí hoy para poder solucionarlo eres tú. Entonces, mejor nos centramos en ti, si te parece.
– Pero Montse, tienes que entender que esto no es sólo un problema mío.
– Lo entiendo, pero aquí sólo podemos centrarnos en tu problema, además tú lo vives como si fuera un problema generalizado y no tiene porque ser así.
– De acuerdo, ¿qué pasa entonces conmigo?
– Tú dirás.
– Sí, yo me levanto por la mañana y además de arreglarme tengo que despertar a los niños, darles el desayuno, dejar preparada la comida o la cena, ir al despacho, escaparme y hacer la compra, salir por la tarde e ir a recoger a los peques del cole, llevarlos a las extraescolares… Y al llegar a casa todavía me queda recoger, ducharlos, ayudarles con los deberes, preparar la mesa, recoger la mesa y acostarlos. Entonces queda un ratito para hablar con mi marido y, ¡cómo no!, apoyarle con sus problemas. ¡¿Y los míos?! ¡¿Y a mí quién me escucha?! ¡¿Quién me ayuda?!
– ¿Cuál es el problema?
– Todo es un problema, ¡ya no puedo más!
– Bien, ¿quieres a tus hijos?
– Por supuesto ‒contesta ella sin vacilar-.
– Perfecto, ¿te gusta tu trabajo?
– Muchísimo.
– Perfecto, ¿estás bien con tu marido?
– Muy bien.
– Entonces ¿cuál es el problema?
– No te entiendo, ya te lo he explicado -responde como si no la hubiera entendido-.
– No, lo que has hecho es explicarme como es un día normal para ti, pero no me has dicho cuál es el problema. Si prefieres te lo puedo preguntar de otra manera: ¿qué es lo que quieres, qué necesitas?
– De acuerdo, pues… ¿qué pasa entonces conmigo?, ¿se supone que tengo que renunciar a mi carrera por mi familia?, ¿o bien a mi familia por mi carrera profesional?
Continuara…
Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.