¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?
– ¡Todo lo malo siempre me pasa a mi!
– ¿A qué te refieres?
– Porque hay gente que tiene buena suerte y luego estamos los que nos tenemos que resignar.
– ¿Los qué os tenéis que resignar?
– Exacto, nos quedan las migajas.
– ¿Consideras qué te tienes qué resignar y solo te quedan las migajas?
– ¡Si! Es increíble, no me sale nada al derecho.
– … -Silencio-
– En cambio tengo amigas que todo lo que tocan se convierte en oro, ¡tienen una suerte barbara!
– … -Silencio-
– Dime Montse ¿esto por qué pasa?
– … -Silencio-
– ¿Qué tengo que hacer para tener buena suerte? ¿qué estoy haciendo mal?
– Antes de responder a tus preguntas me gustaría que reflexionaras sobre las mías. ¿Por qué crees, qué lo qué te ocurre a ti, es malo y lo que le ocurre a los demás es bueno?
– Es evidente, ellos consiguen lo que quieren y yo no.
– Bien, entonces te voy a plantear otra pregunta ¿cómo sabes qué conseguir lo qué quieres es bueno?
– No te entiendo.
– Te lo puedo preguntar de otro modo ¿cómo sabes qué no conseguir lo qué quieres es malo?
– Mmm, me estas liando.
Te voy a contar uno de mis cuentos favoritos… y en la próxima sesión lo comentamos.
Érase una vez en unas tierras muy lejanas vivía en un pequeño poblado un labrador que solo tenía un caballo para cultivar la tierra. Un día el caballo se escapo para irse a las montañas. Cuando se enteraron sus vecinos todos y cada uno de ellos fueron a ver al campesino para decirle cuanto sentían su mala suerte. A lo que el labrador les contesto -¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?-
Unos días después el caballo regresó trayendo consigo una manada de caballos salvajes de las montañas. Cuando se enteraron sus vecinos todos y cada uno de ellos fueron a ver al campesino para decirle cuanto se alegraban de su buena suerte. A lo que el labrador contesto -¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?-
Al día siguiente cuando el único hijo varón del labrador intento domar a uno de los caballos este le partió las piernas. Cuando se enteraron sus vecinos todos y cada uno de ellos fueron a ver al campesino para decirle cuanto sentían su mala suerte. A lo que el labrador contesto -¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?-
Pasaron tres semanas cuando llego el ejercito al poblado y reclutaron a todos los hombres con edad de entrar en batalla, el hijo del labrador fue el único joven que se salvo gracias a tener las piernas partidas. Cuando se enteraron sus vecinos todos y cada uno de ellos fueron a ver al campesino para decirle como se alegraban de su buena suerte. A lo que el labrador contesto -¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?-
Continuará
Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.