¿Qué puede hacer por ti el coaching terapéutico?
– ¿Qué tal va todo?
– He tenido la oportunidad de poner en práctica lo acordado y… ¡prueba superada! como me he acordado de ti, jajaja -ríe mientras me guiña un ojo-
– Como me alegro ¿quieres comentar algo al respecto?
– Si, al principio me sentí un poco… no se como decirlo, me sentí un poco “estúpida” pidiéndole a mi secretaría que valorase si el recado de mi hija, que tiene ya 36 años, es o no urgente para interrumpir la reunión.
-… -Silencio-
– Pero superada la primera vez, en las siguientes ya no tuve ningún problema, la verdad creo que me entendió perfectamente, ella también tiene hijos.
– Me alegro.
– También tengo que decir que me costo bastante dejar el teléfono en mi despacho, ya sabes siempre lo llevo encima por si pasa algo…
– ¿Por si a tu hija le pasa algo?
– Si, ya lo se, soy un caso perdido -hace un silencio, me mira y rectifica- ¡era un caso perdido!
– Muy bien ¿Puedo preguntar qué tal tu hija?
– ¿Qué quieres decir?
– Tú le comentaste a tu hija que a partir de ese momento, si tenia alguna urgencia, que llamara al despacho y que tu secretaría valoraría lo urgente de su llamada y decidiría si interrumpir la reunión ¿si?
– Si, exacto.
– Bien, la pregunta es ¿qué tal lo ha llevado ella? ¿llamaba primero a tu móvil o directamente al teléfono del despacho?
– Ah, te refieres a eso, jajaja. Qué preguntas haces, evidentemente llamaba al móvil, ya te dije que no me escucha.
– Ya veo ¿y?
– Se fastidio, ella no se creía que yo sería capaz de dejar el teléfono en el despacho, pero sí, y al ver que no lo cogía… ¿adivina?
– ¿Llamo al despacho?
– No, tuvo que llamar a mi hermano para pedirle el teléfono del despacho.
– Jajaja, vale.
– Sí, eso mismo pensé yo, ni siquiera tenía apuntado el teléfono de mi despacho, ahora ya lo tiene.
– ¿Y?
– Cuando llamó la primera vez, lo hizo de muy malas maneras, como si se quemara la casa… pero Pilar, mi secretaría, es de hielo y después de escucharla con una santa paciencia, le dijo que estaba reunida.
-… -Silencio-
– Y claro, entro en cólera, pero Pilar insistió y le dijo que tomaba nota y que cuando yo terminara me pasaría el recado.
-… -Silencio-
– Esto la enfureció más, hasta que Pilar de muy buenas formas le dijo que eso que a ella tanto le angustiaba, no era una urgencia.
– ¿Y?
– Esa fue la primera vez, la segunda ya llamo directamente al despacho, he intento otra táctica para que Pilar me llamara, fue cariñosa y educada (cuando quiere puede ser un amor).
– ¿Se salió con la suya?
– ¿Con Pilar? No, imposible, ya te he dicho que es muy larga y tiene muchos años de experiencia, de forma educada le dijo que entendía perfectamente la situación, pero que no era motivo suficiente para interrumpirme (me hubiera gustado ver su cara).
– Me lo creo.
– Y no te lo vas a creer…
– Soy todo oídos.
– En las siguientes llamadas empezaba por «Si mi madre esta ocupada no te molestes, dile por favor que cuando pueda me llame, pero que no es urgente.» ¡¿A qué es increíble?!
Dando un enfoque diferente haces las cosas difíciles más fáciles.